Columna publicada el jueves 11 de diciembre en el Diario Financiero
En un capítulo de la serie “House of Cards”, el protagonista Frank Underwood, jefe de la bancada de diputados de su partido, enfrenta al sindicato de maestros que se opone a una reforma legal. Underwood no escatima en todo tipo de tretas para dejar al sindicato en mal pie ante la opinión pública. En pocas horas ordena a los distintos voceros del partido, haciéndolos repetir una y otra vez ante los medios una cuña descalificadora en contra del movimiento sindical (“disorganized labour”).
En Chile, quienes se oponen a las reformas que necesita el Código del Trabajo han enarbolado una cuña cargada de menosprecio hacia los trabajadores. Según los críticos, lo que propone el gobierno no se trata de una “agenda laboral”, sino más bien una “agenda sindical”. Como Ministerio rechazamos el prejuicio que se manifiesta detrás de esta expresión, y reivindicamos la labor de servicio público que realizan miles de líderes sindicales en todo el país.
En los últimos meses, los principales dirigentes del empresariado se han quejado de la existencia de un “clima antiempresarial”. Según ellos, los casos puntuales de delito económico que se han conocido en el último tiempo, por muy bullados y cuantiosos que sean, no justifican la sensación de abuso generalizado que se intenta montar. Es de esperar que nadie caiga en la tentación de crear un “clima antisindical” para oponerse a la agenda laboral.
La ley chilena sobre negociación colectiva es claramente insuficiente para abordar las complejidades de la empresa moderna, y abiertamente restrictiva respecto de los derechos de los trabajadores según los estándares de la OIT. Todos los candidatos en la última elección presidencial, incluyendo a Evelyn Matthei, propusieron reformas para mejorar el procedimiento de negociación y para fortalecer a los sindicatos.
El propósito central es claro: por la vía del diálogo entre las partes, se puede lograr importantes mejoras en las condiciones de trabajo y de productividad. Para eso es indispensable ampliar las materias que son objeto de negociación (e incluir materias relacionadas a jornada, capacitación, remuneraciones, brechas de género, entre otras); pero al mismo tiempo, es indispensable que esa negociación se dé en el marco de un diálogo entre partes equilibradas.
La actividad sindical hoy constituye un derecho esencial de los trabajadores, como recientemente ha ratificado la Corte Suprema. Se requieren sindicatos estables y permanentes para servir de efectiva y constructiva contraparte de la empresa a la hora de negociar y de ejecutar los acuerdos del contrato colectivo. Para eso se requiere fortalecer las organizaciones y capacitar a los dirigentes (lo que el Ministerio ya está haciendo), pero además, se requieren reformas legales que alteren los incentivos contrarios a la asociatividad y la negociación que posee la ley, lo que redunda en que Chile hoy posea una bajísima tasa de trabajadores cubiertos por algún instrumento colectivo (8,1%), en comparación con el promedio de la OCDE (54,5%).
Para lograr una buena reforma se requiere abandonar los ideologismos, retomar las confianzas y sobre todo, no caer en el discurso antisindical.
Columna publicada el jueves 11 de diciembre en el Diario Financiero